Sigue el otoño, arrastrando con soles y brisas las hojas fugitivas, envolviendo al mundo con un trágico murmullo inexplicable. Y nuevamente, nuestro amigo, que nos acompaña con más versos de esos que son únicos.
Al triste
Ahí está lo que fue: la terca espada
del sajón y su métrica de hierro,
los mares y las islas del destierro
del hijo de Laertes, la dorada
luna del persa y los sin fin jardines
de la filosofía y de la historia,
el oro sepulcral de la memoria
y en la sombra el olor de los jazmines.
Y nada de eso importa. El resignado
ejercicio del verso no te salva
ni las aguas del sueño ni la estrella
que en la arrasada noche olvida el alba.
Una sola mujer es tu cuidado,
igual a las demás, pero que es ella.
sábado, 31 de marzo de 2012
viernes, 30 de marzo de 2012
El amenazado, de Jorge Luis Borges
Sigue el otoño esplendoroso, se despide marzo, lento. Y Borges nos sigue acompañando, explicando como nadie la sutil tristeza del amor negado.
El amenazado
Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.
El amenazado
Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.
jueves, 29 de marzo de 2012
Lo perdido, de Jorge Luis Borges
Llegó el otoño, y la indescifrable melancolía late en la lejana pampa, trayendo algunas brumas. Nada mejor que Borges, que entendió más que nadie esa tristeza de la llanura...
Lo perdido
¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la de triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo
y que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado persa o el noruego,
dónde el azar de no quedarme ciego,
dónde el ancla y el mar, dónde el olvido
de ser quien soy? ¿Dónde estará la pura
noche que al rudo labrador confía
el iletrado y laborioso día,
según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
que me esperaba, y que tal vez me espera.
Lo perdido
¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la de triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo
y que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado persa o el noruego,
dónde el azar de no quedarme ciego,
dónde el ancla y el mar, dónde el olvido
de ser quien soy? ¿Dónde estará la pura
noche que al rudo labrador confía
el iletrado y laborioso día,
según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
que me esperaba, y que tal vez me espera.
viernes, 16 de marzo de 2012
Transmutación, de Daniela Della Bruna
Se apagó una mujer en la aurora,
se apagó sola, suave, en silencio.
Se apagó una mujer en la aurora.
El verano se bebió su río,
el invierno le sembró la muerte,
el amante la dejó en olvido.
Sus paredes se cayeron lentas,
la pintura no aguantó la espera,
se esfumaron sus hijos, y sus penas.
Escuchó un susurro,
adivinó un verso,
se supo vacía, y sin tiempo.
Y apagó sus ojos,
sus labios de fuego,
se le heló la sangre en el cuerpo.
Se apagó una mujer en la aurora,
la noche la había roto de recuerdos,
y ninguna estrella le trajo remedio.
Simple, definitiva y sutil,
se apagó una mujer en la aurora,
como se echa una pluma al viento.
Publicada en Antología El decir textual 2011, Editorial De los Cuatro Vientos
se apagó sola, suave, en silencio.
Se apagó una mujer en la aurora.
El verano se bebió su río,
el invierno le sembró la muerte,
el amante la dejó en olvido.
Sus paredes se cayeron lentas,
la pintura no aguantó la espera,
se esfumaron sus hijos, y sus penas.
Escuchó un susurro,
adivinó un verso,
se supo vacía, y sin tiempo.
Y apagó sus ojos,
sus labios de fuego,
se le heló la sangre en el cuerpo.
Se apagó una mujer en la aurora,
la noche la había roto de recuerdos,
y ninguna estrella le trajo remedio.
Simple, definitiva y sutil,
se apagó una mujer en la aurora,
como se echa una pluma al viento.
Publicada en Antología El decir textual 2011, Editorial De los Cuatro Vientos
jueves, 15 de marzo de 2012
Perspectivas, de Daniela Della Bruna
Sola,
en la pausa del espacio,
espero.
Espera,
en la pausa del espacio,
sola.
Nadie llegó,
ella esperaba en pausa,
sola en el espacio.
Nadie esperó,
quedé en el espacio,
sola como una pausa.
Publicado en Antología El Decir Textual 2011, Editorial De los Cuatro Vientos.
en la pausa del espacio,
espero.
Espera,
en la pausa del espacio,
sola.
Nadie llegó,
ella esperaba en pausa,
sola en el espacio.
Nadie esperó,
quedé en el espacio,
sola como una pausa.
Publicado en Antología El Decir Textual 2011, Editorial De los Cuatro Vientos.
miércoles, 14 de marzo de 2012
Mutación, de Daniela Della Bruna
las formas se liberan en la madrugada,
mi cuerpo se ha desbocado en un susurro,
lloroso, perdido, libre,
por fin he dejado los lamentos,
esta primavera de muerte
me ha satisfecho
ni vértigos, ni flores, ni gemidos
pero este pájaro herido
ha cantado,
ha cantado el viento frío
ha cantado el despojo de la soledad
ha cantado
la máscara bendita ha vuelto
renovada,
casi era mía esa sonrisa
que fingió, fugitiva
y exhaló
toda la melancolía
Publicado en Antología El decir textual 2011, Editorial De los Cuatro Vientos
mi cuerpo se ha desbocado en un susurro,
lloroso, perdido, libre,
por fin he dejado los lamentos,
esta primavera de muerte
me ha satisfecho
ni vértigos, ni flores, ni gemidos
pero este pájaro herido
ha cantado,
ha cantado el viento frío
ha cantado el despojo de la soledad
ha cantado
la máscara bendita ha vuelto
renovada,
casi era mía esa sonrisa
que fingió, fugitiva
y exhaló
toda la melancolía
Publicado en Antología El decir textual 2011, Editorial De los Cuatro Vientos
lunes, 12 de marzo de 2012
Gracias por las visitas
Hola amigos, hoy llegamos a las 500 visitas al blog. Estoy muy contenta, espero que me sigan acompañando. Esta semana retomo las entradas diarias.
Saludos a todos,
Noctámbula
Saludos a todos,
Noctámbula
martes, 6 de marzo de 2012
El grito, de Daniela Della Bruna
Les dejo El grito, este poema está publicado en la Antología Mundo Literario 2010 de la Editorial Nuevo Ser.
El grito
No se escribe, no,
a menos que otra vez,
otra sucia vez,
otra estrecha vez,
otra certera vez,
se haya apagado el cielo.
Se haya muerto,
suplicando, el que fue
tu carcelero,
tu guardia,
tu puñal,
tu celo.
Se hayan abierto,
rotas, las puertas
del infierno,
se hayan perdido
todos los amigos
del miedo.
Y ahora, sin cesar,
sin llorar, sin gritar,
sin romper ese jarrón absurdo,
escribo,
para robarte un poco de luz,
en el silencio.
El grito
No se escribe, no,
a menos que otra vez,
otra sucia vez,
otra estrecha vez,
otra certera vez,
se haya apagado el cielo.
Se haya muerto,
suplicando, el que fue
tu carcelero,
tu guardia,
tu puñal,
tu celo.
Se hayan abierto,
rotas, las puertas
del infierno,
se hayan perdido
todos los amigos
del miedo.
Y ahora, sin cesar,
sin llorar, sin gritar,
sin romper ese jarrón absurdo,
escribo,
para robarte un poco de luz,
en el silencio.
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